jueves, 1 de septiembre de 2016


Pude haber escrito

Pude haber escrito este poema ayer, pero la mujer que caminaba sobre las hojas llevaba en el cabello la sombra de los muertos, y en sus hombros la noche caducaba con el brillo de sus senos.

Pude haber escrito este poema ayer, pero esa mujer no era un ángel cualquiera ni siquiera un demonio tuerto de esos demonios que llevamos en el corazón, era una lucha de pavos reales, un camino de frutas silvestres oscilando el despertar de las negras madrugadas de septiembre.

Era polvo en el tiempo, con ojos de luciérnaga, de mirada casi triste y casi verde, era paloma suicida o palmera solitaria en mar Caribe.

Pude haber escrito este poema ayer, pero de noche el ruido de las tormentas dejan caer sobre mí, casi todos los pecados de los vagabundos del mundo y ayer una pequeña lluvia rasguño mi piel dejando sangre en el cuerpo.

Pude haber escrito este poema ayer, pero esa mujer dejó en mi boca el destello de las estrellas cuando explotan, el grito de los trenes cuando se precipitan en humo y fuego, el amarillo naranja de los rayos del sol cuando se cristalizan en las nubes  y el eco de los ronquidos de los muertos cuando duermen en su cabello.


Pude haber escrito este poema ayer, pero no tuve tiempo de escribirlo.




(Del libro Lágrimas Difuntas, 2004)

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