jueves, 19 de junio de 2008

Indescifrable





Cómo le digo
para que las catapultas de mis labios
no suenen a piedras molidas

A dónde me voy a la diestra de sus pupilas
o a la siniestra de sus oblicuos silencios

De qué manera se describe
a la tristeza más profunda
si tengo en la garganta un ladrillo
que no me permite acariciarla con melodías

Cómo descifrar a tan barroca mirada
lustre cielo de pinceladas fugaces
cómo se deletrea a unos ojos que pueden humedecer
la sala de espera del mausoleo
o toda una noche completa

Acercarme a usted no sería tan sólo para contemplarla
(flor umbral principio del deseo)
si me acerco sería para gravitar en sus pétalos
como lo hacen las abejas
para musitarle con las alas todo su tallo

Seré el sempiterno líquido que la moje cuando tenga sed

Cómo le digo para que no suene a venta de enciclopedia británica
Ni a ruego inútil de pecador en la iglesia

De qué manera se zurce a una nube
O cómo se le canta a un gorrión
Cómo besar con boca de ciudad taciturna
a corolas clausuradas

Cómo le digo que usted es la palabra
que aún no descifro
El soplo de la noche
Toda exageración puede ser su boca
Todo río sus muslos
Todas las olas
Todos los vientos

Cómo le digo me hace falta aire y no puedo
Cómo le digo carajos cómo demonios le digo
Toda sulfurosa partida
Un pedazo de mar en su ombligo
El silencio y el eco
El ángel o el dragón

Cómo le digo
Sueño de una noche de mayo
Cómo le digo
Flor que amanece con los ojos desorbitados
Cómo le digo
Pasión y piélago
Fusión y pierna suelta en un puente de piedras medievales
Cómo le digo carajos carajos
Cómo le digo amor cómo le digo
ahora y siempre en la mañana y en la noche
en el fin y en el principio
cómo le digo ahora que me he quedado sin su aliento
chingada madre cómo le digo




Poesía de principio de siglo o vestirse con ropas que no nos pertenecen

Poesía de principio de siglo o vestirse con ropas que no nos pertenecen



Si empezara con la preguntas de siempre, este escrito sería un reciclado de lo que ya se ha dicho. Por lo cuál, no empezaré con preguntas como ¿qué es la poesía?, ¿la poesía es un arma cargada de futuro?, o la tan sonada entre los poetas: ¿qué fue primero el ritmo o la imagen?, etc. Por lo tanto, entraré de lleno con una cita de Roberto Bolaño considerando que a las anteriores cuestiones ya les han dado respuesta a lo largo de los siglos. Bolaño, en su escrito “La nueva poesía latinoamericana” para la revista Plural, indica que:

Por un lado escriben los jóvenes decentes, los de la cotidianidad de toilette, los caligrafistas, los que buscan un status de escritor. Por el otro están los anarquistas, los poetas narrativos y los nuevos líricos marxistas, los vagabundos, los que viven poesía, los que se pasean vestidos de erizos por la cotidianidad pequeño burguesa, a los que les importa un comino el oficio de escritor.[1]

Considero que hablar de una poesía latinoamericana pura sería, más que un error, una blasfemia. Sería desdeñable expresar que hay una conciencia en común entre poetas que comparten la mitad de un continente y mucho más coincidir en que América Latina tiene una voz amalgamada, uniforme. No obsta señalar que la riqueza poética de Latinoamérica del siglo anterior es en sí una gama de multicolores y un banquete de aromas y sabores que van de la vanguardia más esquizoide a la beta clásica de manera que, aún, nuevas generaciones han optado por esa línea.
Bolaño, al enumerar todas esas posibilidades de poeta contemporáneo, se refiere a que no hay una identidad verdadera, una identidad poética latinoamericana. Asimismo afirma que hay división entre los poetas y más entre los jóvenes, pero sí existe una multiplicidad que se ha sometido a los parámetros oficiales y no oficiales, es decir, una diversidad imitadora.
¿Pero la juventud del nuevo siglo necesita imitar? Es obvio que: Toda creación literaria consiste en un tránsito hacia el pasado. Poetas y narradores escriben desde lo ya escrito. Todos reconstruyen a partir de lo construido. Y la historia de las letras es el devenir de una tradición en que las voces, estilos, registros, y cadencias son el sustento de la literatura del presente y de la que se avecina.[2] Si consideramos que difícilmente se podría suscitar en pleno siglo XXI un escrito del todo original y que la influencia de los autores de décadas y siglos atrás fueron los que aportaron la tendencia a seguir y los que la destruyeron –la tendencia–, no veo por qué no seguir influenciándose con ellos. Aunque influir es el poder o la autoridad que ejerce alguien para con otras personas, si hablamos de influencia poética, podríamos decir que ciertos textos o poetas ejercen poder y autoridad hacia nosotros, hacia nuestra obra, hacia nuestra poesía. ¿Es necesaria esa influencia?
Bolaño divide en dos líneas bastante heterogéneas a los poetas latinoamericanos que, por un lado, tienen a los:

hijos de Paz, en México; a los hijos de Girri, en Argentina; a los pésimos parrianos, a los peores nerudianos, a los definitivamente perversos rokhianos, en Chile; a los Cobo Borda trepadores (como diría Scott Fittzgerald), de Colombia; a los jóvenes poetas de la República del Este; de Venezuela; a los hijos de Stalin y Westphalen, del Perú; a los exterioristas católicos, de Nicaragua, etcétera.[3]

Por el otro lado, Bolaño indica otra tendencia de poetas que define como:

un hit parade internacional, que agruparía gente muchas veces contraria entre sí, pero emparentada en un primer punto: la poesía ya no como un cubículo universitario, ya no como un flujo circular de información, sino como una experiencia viva, lenguaje vivo, autopista de cabellos largos.[4]

Estos últimos, agrupados en la poesía subterránea, en la no oficial, en la poesía que se hace en una pulquería y no en un salón de clases de la SOGEM de la UNAM o de la UACM.
Si hacemos referencia al año en que fue escrita La nueva poesíalatinoamericana de Bolaño, nos daremos cuenta de que de eso ya hace más de treinta años; también nos daremos cuenta de que las influencias siguen y de que el cargar con nombres tan pesados como el de Octavio Paz acarrea consecuencias tales como tener Octavitos por todas partes y el que las influencias no tan sólo se quedaron en el escritor de Piedra de sol, sino que también, hoy en día, encontramos Bolañitos y Marios Santiaguitos en el ámbito poético local. Asimismo, encontramos que poetas mayores o poetas menores en sus talleres hacen mini-clones de su persona con sus alumnos y que la poética latinoamericana no se rige con conciencia plena de estética homogénea, sino de individuales intentos de agrupar o de influir a la mayoría de los poetas jóvenes.
Es por eso que la nueva poesía latinoamericana de principio de siglo debe estar consciente de que sin influencia no llegaría muy lejos, pero también debe desembarazarse de las imitaciones y encaminarse hacia una nueva propuesta que tal vez se obtenga con base en una fusión de tesis y antítesis de clasicismo y vanguardia.[5]
Es necesario conocer y darle su mérito a cada una de las voces pasadas, leer y releer hasta tener un cimiento de conocimiento indestructible; después, romper con la catacresis imitadora y seguir con una propuesta tal que traerá consigo nuevas ofertas y nuevas fórmulas poéticas.
Proponer no es igual a imitar; imitar es igual a vestirse con ropas que no nos pertenecen.
Aunque reitero que también es valiosísimo subrayar que la nueva poesía ya ha dado frutos en este comienzo de siglo y entre muchos poetas jóvenes, ya no encontramos esas voces forzadas e imitadoras del pasado; hay propuestas frescas a las cuales se debe apoyar y, en su medida, dispararlas hacia todos los rincones.



[1] Roberto Bolaño, “La nueva poesía Latinoamericana”, consultada el 21 de enero de 2008 en http://www.elinterpretador.net/31RobertoBolano-LaNuevaPoesiaLatinoamericana.html.
[2] Rodrigo Martínez: “Dylan y las ballenas o la transfiguración del poeta”, en Viento en vela, México, X, 2, 26.
[3] Roberto Bolaño, op. cit.
[4] Ibid.
[5] Véase mi “Manifiesto fusionista” en: http://arturosodoma.blogspot.com/.

martes, 17 de junio de 2008

En el escritorio

Para Arturo Sodoma
Un ramo de orquídeas
putrefactas
aromatizan el cuarto.

Asomas la cabeza por la ventana
para arrojar un suspiro.

Pero te asombra encontrarte
en la vereda
siendo asesinado por la apatía.

Abril Albarrán

jueves, 5 de junio de 2008

Manos*




Tengo las manos
tristes y vacías.

Intento reposar el dolor de mi alma
en la sombra de su cabello.

Quisiera besarla en minúsculas porciones
de agua cristalina.

A lo lejos un niño muerto
la mira.

Tengo las manos
tristes y vacías.


























* Publicado en el libro Ausencias 2006